Sobra puerto mediterráneo
26.07.2015 |
04:15
Vicente Torres
Puerto Mediterráneo se anuncia como el
centro comercial más grande de España, con hoteles, grandes superficies,
multicines, tiendas, casinos, pistas de esquí cubiertas, surf urbano... Todo
tipo de ocio artificializado y comercializado. Una superficie equivalente a 50
campos de fútbol, en Paterna, en la última gran pastilla no urbanizada del área
metropolitana: campos de secano, un barranco con rincones sorprendentemente
intactos y un inmenso bosque de pinos surgido en el antiguo campo de
entrenamiento militar. Una gran oportunidad para un parque natural comarcal, en
una zona demasiado repleta de urbanizaciones, vertederos, polígonos industriales,
y centros comerciales. Sin ir más lejos, enfrente, al otro lado de la Autovía
de Llíria.
De entrada, sorprende que se promueva una zona
comercial y de ocio en una comarca saturada de tales instalaciones, donde
muchas cadenas de hoteles, grandes superficies y franquicias ya se han
instalado recientemente, con un éxito comercial limitado, algunas cerrando o
redimensionándose a la baja a pocos meses de su inauguración. La gran
precariedad laboral y los altos niveles de pobreza no permiten muchas alegrías
gastadoras. Además, un nuevo centro comercial no «genera riqueza», le resta
clientes a los ya existentes, también al comercio tradicional. Por cada dos
puestos de trabajo creados, se calcula que se pierden tres o cuatro.
Se pone como modelo Puerto Venecia, en Zaragoza, que
más o menos está funcionando. Pero allí se instalaron todo tipo de grandes
superficies y marcas emblemáticas que ya han aterrizado en esta comarca. ¿Se
trata de una nueva operación especulativa, del estilo de las frustradas
Eurovegas en Madrid, o Gran Scala en Aragón? Estas iniciativas despertaron
grandes esperanzas en áreas deprimidas, pero eran proyectos que contaban con
conseguir financiación local, pública y privada, no arriesgar capital propio, y
al final decayeron por falta de dicha financiación. En el caso de Paterna, se
afirma que la financiación la pondrá un grupo de Luxemburgo, ese pequeño país
que saltó recientemente a las portadas por su papel destacado en la fuga de
capitales y el blanqueo de dinero.
En España ya comienzan a cerrarse grandes centros
comerciales, como Dolce Vita, en Galicia, anunciado en su momento como el
segundo mayor de España. ¿Qué interés tiene urbanizar un gran espacio que
actualmente no puede tener suficiente demanda? ¿Se trata, simplemente, de
consolidar derechos urbanísticos cara al futuro, aunque se asuma que el
proyecto comercial no funcione?
Puerto Mediterráneo es un claro ejemplo de esos
proyectos desmesurados con los que se enriquecen unos cuantos con la
reclasificación del suelo, y con los que nos empobrecemos la mayoría:
especialmente el pequeño comercio, los contribuyentes, y también el territorio,
el patrimonio colectivo. El nuevo Consell, que en su pacto programático
apostaba por una economía y un urbanismo sostenibles, y por el respeto al medio
ambiente, no puede seguir fomentando macroproyectos especulativos, debe apoyar
proyectos de escala más próxima, que regeneren el tejido productivo valenciano,
y que potencien el comercio urbano, el que contribuye a crear ciudad. Sobra
Puerto Mediterráneo.